martes, 14 de agosto de 2007

Leyes Inexorables

No espero que nadie entienda este post. Porque expresa las sensaciones de siempre que no comparte la mayoría, pero bueno, es así.
Es la lucha interna entre gustos, lógica, preferencias, forma de ser, ganas, deseo, búsquedas, pulsiones y lo sano.

Hoy fui a conseguir mi entrada para ver a Dolores O'Riordan, solo, obvio.
Ya con mi entradita en mano (primera fila superpullman), me volvía y en el subte me encontré a un viejo amigo de la astronomía que no veía hace años. Hablamos y al bajar en Chacarita lo acompañé unas cuadras hasta el geriátrico donde está su madre, a quien iba a visitar. Fue un grato reencuentro. Me preguntó por mi ex, extrañado de que no estuviéramos juntos, ¡y casados! (jaaaa). La soledad y el no encaje en el mundo fueron temas hit, como siempre.
Volví a Chacarita para tomarme el colectivo a casa y... claro..., eran las 18.30...
Imposible no pensar en ella. La ex-rubia del 44. Fui a la parada, me puse en la cola y al minuto me dí vuelta y... ¡la tenía al lado! Fue completamente casual, como la semana pasada. La miré y medio que me miró y se puso a hurgar en su bolso como sonriente. Se le cayó una moneda de 50 centavos al piso, me di vuelta y amagué agacharme a agarrársela pero ya lo había hecho ella. Igual al ver el gesto, se rió, me dijo "ya está". Le sonreí y volvimos a lo nuestro (?). Ella se puso a hojear una revista. ¿Caras?, ¿Pronto?, ¿Paparazzi?, ¿Rolling Stone? ¡No! ¡National Geographic! Damn! Lo que me faltaba para estresarme más. Miré al cielo despotricando... ¿Encima lee la National Geographic? ¡¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?! Llegó el colectivo. La dejé pasar. Me dio un "gracias" como entonado y sonriente, le devolví la sonrisa con mi "de nada", pasó y quedé atrás de ella entre el piso y el primer escalón esperando que desagotara la zona de la máquina para poder subir. ¡Madre mía, qué cu...erpito! ¡Qué posición privilegiada!, jaja.
La miré ahí pegaditos cuando ponía sus monedas. Y se fue a sentar a uno de los dos asientos vacíos (juntos) que quedaban, adelante de todo, junto a la primer puerta.
Saqué el boleto y... seguí para atrás y me quedé parado. No daba estar ahí primero si seguían subiendo viejas a las que iba a darles el asiento... Hojeó su revista y yo me quedé pensando por ahí durante los 13 minutos de nuestro viaje. "¿Y si dejó de fumar?" "¿Y si le digo algo igual, tipo práctica aunque sea?" Imaginaba diálogos, situaciones. La espontaneidad quedaba enterrada y la adrenalina se me escapaba por los poros, como siempre. Es difícil cuando te sentís atraído poder equilibrar lo que pensás con las ganas. Pero no tiene sentido. No lo tiene. Si se llega a dar, de pedo, o en alguna situación casual, sé que va a ser difícil resistirme, pero mientras tanto, ¿voy a meterme a la boca del lobo adrede? No tiene sentido, sé lo que aguanto y lo que no. Lo que no voy a adaptarme o aceptar. "Igual, está al lado de la puerta de adelante, así que se va a bajar por ahí y ni cerca la voy a tener, así que...", pensé.
Pasó la parada anterior a la nuestra y me acerqué a la puerta. Al mismo tiempo se paró ella de su asiento y... vino para atrás. La miré y me sonreía, ella no necesitaba ni preguntar si yo bajaba, ya lo sabía. Es como si nos conociéramos ya. Hay miradas, sonrisitas, ¡¡¡es insoportable!!! Yo, el pesimista, no logro imaginar una hipotética situación en la que me corte el rostro mal si le hablo. Cero de agreta en su expresión cuando la miro ahí tan de cerca. Esas risas y sonrisas, esa sensación de conocerse (y..., ya son como 10 veces que la vi). No es justo. Lee NG, hay onda, es preciosa, vive a 3 cuadras y... ¡fuma!
Bajamos, ella caminó atrás mío unos 15 metros y luego cruzó a la otra vereda rumbo a su casa y yo a la mía. La miré. En un momento, abrió la cartera y yo pensaba: "Bueno, ahora que prenda un cigarrillo así me saca esta sensación de mierda, este estrés".
Pasaron unos segundos de revolver y... Siiiiii, lo prendió y respiré aliviado. Todo seguía igual. Hubiera sido al pedo. Pero cuando la tengo ahí estoy al límite...

Es una historia de nunca acabar. No es el único caso. Parece ser una ley. Ese vicio de mierda, lo odio. Me rompe soberanamente las bolas que la mayoría de minas lindas caigan en esa estupidez. Es como una regla: pareciera que las chicas si tienen cosas en común conmigo, intereses, onda, etc, son terribles bagartos, cero sexys y re-quedadas. Y si me gustan, son sexys y "despiertas", fuman. Es casi utópico pensar lo contrario. Y tengo mil ejemplos a diario. No puedo creer que no haya alguien que me demuestre lo contrario. Parece como selección natural: belleza, joda, descontrol, roce social = faso. Escasos atributos físicos, intelectualidad, tranquilidad, simpleza = no faso.
¿Existe una mujer de 20 y pico o 30 que no caiga en esto? Sí, ya sé, mi ex, ja, pero ¿alguien más?
En fin, vuelvo embroncado pero después se me va pasando y agradezco no seguir el impulso del momento (bueno, eso no es algo difícil para mí, ja ja) y terminar en una situación de mierda, estando con alguien que fuma y esperando todo el tiempo que deje de hacerlo o intentando cambiarla. Porque así sería, sin dudas.

Y si no me entendieron, no se hagan problema, sé que es difícil, pero me basta con que yo me entiendo.
Gracias por bancar el despotrique.

sábado, 11 de agosto de 2007

Espejos - Capítulo V


Aquí concluye Espejos. Gracias por el aguante!



Cualquier similitud con la realidad puede tener que ver con ella.


ESPEJOS - V


Él le dijo que tenían que hablar. Torpemente compartieron palabras durante unos minutos, que se hicieron horas, en los que ella de repente sin explicación sintió como si el vacío desapareciera.
Él no entendía por qué ahora que iba a decirle que se separaran, se sentía tan bien. Le había hablado de Carlos y su distanciamiento y ella le dijo que lo llamara para ver qué había pasado. Le pareció un consejo muy coherente después de todo.
Sin saber qué decir, como nerviosos, siguieron charlando y ella le contó de lo mal que se sentía la madre por la muerte del viejo. Él la contuvo, casi olvidando el motivo original de la charla, embriagado por una sensación de bienestar que no recordaba haber sentido antes. Ya era de noche y los grillos no se escuchaban.

Cuando se hizo un bache en la charla, él, ya sin saber por qué lo hacía, tomó valor y le dijo que se tenían que separar, esperando la reacción de ella.
Ella escuchó las palabras tan temidas, pero esperadas a la vez. No quería separarse. Se sentía bien. No sabía por qué. Pensó en que siempre hay una resistencia a ver la realidad, y que por un impulso del momento no podía dejarse influenciar y seguir en algo que les hacía mal a ambos. Intentó explicar ese borbotón de alegría como algo que podía omnubilar la decisión correcta.
Le dijo: -"Sí, tenés razón, no da para más", a pesar de sentir todo lo contrario en ese mismo instante.
Él se quedó perplejo. Ese "sí" lo hirió hasta lo más profundo. Esperaba el "no" que salvara la relación. Esperaba que ella hiciera algo. Algo que salvara ese amor.
Ella no entendía por qué él no le refutaba su "si"... ¿No era que la amaba? Evidentemente no.
Pasaron minutos callados. El final se suponía que traería algo de liberación, pero ella se sentía ahogada, presa.
Él fue a juntar sus cosas, sin pronunciar palabra, con un llanto contenido por milenios, que no logró escapar de sus ojos.

Los dos habían sido presa de su propio silencio.

martes, 7 de agosto de 2007

Espejos - Capítulo IV


Si tan sólo pudiésemos romper algunos espejos y construir nuestra propia imagen en base a nuestros propios deseos...



Cualquier similitud con la realidad puede tener que ver con ella.


ESPEJOS - IV


Esa noche no hicieron el amor. Él venía notando que ella no acababa, boludo no era, y pensó que exponerla a esa situación sería negativo.
Ella pensaba y pensaba y ni siquiera se dio cuenta de que él no se le acercó esa vez como todas las noches. Recién al otro día, con la cabeza más despejada, despertó y hasta se sintió aliviada de que hubiese sido así porque, aunque lo deseaba, estaba muy confundida.
Esa noche que no dejó sábanas arrugadas fue la primera de varias, matizadas con noches de pasión que las camuflaban y escondían de los pensamientos trágicos y desesperanzadores que invadían a ambos cada vez con más frecuencia.
Pero la distancia crecía inexorablemente.

Hacía un mes que Carlos no lo llamaba y tampoco chateaban. Era muy extraño. Esa tarde desde el trabajo, hablando con Matías, un amigo en común, por un comentario de él se dio cuenta que Carlos lo había bloqueado del MSN. Carlos estaba chateando con Matías pero para él figuraba como "No conectado". Le preguntó a Matías por su amigo y se enteró que se había separado de la novia hacía un mes. ¡Y no le había contado! Y encima ahora lo bloqueaba del MSN. Inaudito, ¡como si él hubiera hecho algo para que todo eso sucediera! Si no hizo nada...
Y bueno, quizás algun día Carlos lo desbloquearía cuando se le pasara el raye. Ojalá.

Las noches sin sexo y esa sensación de vacío cada vez más molesta y duradera, estaban afectándola mucho, demasiado. ¿Por qué él ya no la quería? ¿O sí la quería? ¿O la quería pero no la amaba? Ella estaba segura de que lo amaba, pero quizás eso ya no era recíproco. Lloró. Mucho. No podía parar. Estaba sola en la oficina donde trabajaba de secretaria.
"El amor no debería hacerte sufrir...", pensó.
Por primera vez dudó de lo que sentía.

El transcurrir de los días no parecía traer ninguna solución a la distancia que parecía interponerse entre ellos. La lógica del amor más sano del mundo parecía ya no funcionar. A pesar de no entender dónde se habían equivocado, él sabía que no podían seguir así y decidió hablar. Esa tarde le diría de separarse, porque así quizás la haría reaccionar, la sacaría de su inacción. Eso salvaría su relación.

Ella sólo pasaba momentos sin tener los ojos hinchados de llorar. Su rostro perfecto lucía demacrado, sin rastros de la alegría que la caracterizaba un año atrás. No podía entender por qué él no hacía nada o le preguntaba algo. Sólo abrazarla o secarle las lágrimas no era suficiente, aunque le gustaban tanto, tanto, tanto esos abrazos. ¿Hasta cuándo siempre lo mismo? Y... ¿por qué es que estaba llorando?


sábado, 4 de agosto de 2007

Espejos - Capítulo III


Aquí va el tercer capítulo. ¡Ah!, me había confundido, son 5 no 4. Faltan 2.
Saludos.



Cualquier similitud con la realidad puede tener que ver con ella.


ESPEJOS - III


El sábado siguiente, era su cumpleaños. Pensó cómo le gustaría festejarlo y recordó las salidas con las amigas, bailando hasta el amanecer, tomando, jodiendo. Estaría bueno poder festejar así de nuevo. Pero a él no le gustaba bailar, así que no lo iba a hacer pasar por eso, si en realidad ella quería disfrutar su cumpleaños con él, la persona que más amaba en el mundo.

Él se daba cuenta de que lo que le faltaba a la relación era acción. Pero bueno, "eso es algo que se logra de a dos", pensaba. Si tan sólo ella le pusiera más onda a salir o a cagarse de risa, joder. Pero él no la podía obligar a ser lo que no era, eso no sería amor. Así que debía respetar su "forma de ser tranquila". Para el cumpleaños la invitaría a cenar a algún lugar romántico.

Esos días ambos los pasaron teorizando demasiado sobre lo que el amor debía ser y cómo no salirse de los límites que harían que lo de ellos no fuera así de sano. Pensaron mucho, cada uno con su almohada. La misma almohada. Y para pensar no hay que hablar.

Un par de semanas después, él notó que Carlos no lo había llamado por teléfono, cuando solía hacerlo al menos dos veces a la semana. Raro. Bueno, pero si le hubiese pasado algo lo llamaría para contarle.

Ella estaba bastante mal, incluso temía estar entrando en una depresión. Ensimismada en sus pensamientos, la sobresaltó el teléfono. Era su mamá, que día por medio siempre la llamaba para saber cómo estaba.
-"¿Qué tal, ma?"
-"Bien, vos cómo estás, querida?"
-"Todo bien, estaba cocinando unas milanesas para los dos".
Hablaron unos minutos. No era cuestión de preocuparla, ya suficientes problemas tenía la madre con la pensión que no le salía y lo que le costaba hacer el duelo del padre de ella, así que prefirió no decirle nada de lo que le pasaba.

Él y ella cenaron. Por momentos él le tomaba la mano sobre la mesa y se contemplaban, entre sonrisas y suspiros. Desde el jardín los grillos se convertían en los ejecutores de la banda de sonido de su amor, acompañando las palabras tácitas que daban marco a lo que los unía. Esos momentos disipaban las dudas, evaporaban el dolor, el miedo a un final que a veces parecía querer tocar a su puerta.
Sus dedos dejaron de entrelazarse cuando ella se levantó a llevar los platos a la cocina. Y de nuevo sintió un vacío adentro. Una sensación de infelicidad total. ¿Abstinencia de tocarlo? Pero si él estaba ahí... Eran felices. Ya no sabía qué hacer para convencerse.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Espejos - Capítulo II

Hablando de novelas. Después de casi 5 meses, volví a ver a cierta persona... Un poco más temprano que el horario "habitual", volviendo a casa en el colectivo, allí estaba, y se dio de nuevo exactamente la situación descripta en el capítulo II de "¿Y si fuera ella?": parados en la puerta para bajar con los ojos casi enfrentados durante interminables segundos... Sólo que.. ya no era la rubia del 44, ahora era ¡"LA CASTAÑA DEL 44"! Y le queda precioso, de hecho me gustan más las castañas... Pero bueno, ya sabemos que fuma.

Volvamos a lo nuestro, aquí el segundo capítulo.


Cualquier similitud con la realidad puede tener que ver con ella.


ESPEJOS - II


Esa noche ella se sentía como ahogada. Era una sensación extraña, se sentía como presa en su propia casa. No había pasado nada. ¿Por qué sentía eso?
Habían quedado en ir al cine después de comer. Ella quería ver "Descuartizando a Stephan" pero él le había dicho de ver "Antes del amanecer", así que iban a ver esa.

Él estaba como cansado, hacía bastante que no se sentía realmente feliz, pero no podía ser debido a ella, si nunca discutían, nunca se peleaban.
Así que hizo el esfuerzo por mostrar su mejor sonrisa e ir a ver "Antes del amanecer", esa película pedorra romántica que seguro a ella le iba a gustar, por más que él prefiriera algo como "Descuartizando a Stephan".
Hacía frío y vieron la peli. No era tan mala después de todo, ambos salieron abrazados. En silencio, abrazados. Esos momentos eran impagables, tocar el cielo. Pero no se podía estar abrazados todo el día...

Él se sentía mal, en la reunión de los martes con los amigos esperó que alguien le preguntara algo, cómo estaba, una muestra de interés. Todos pelotudeaban y hablaban del nuevo modelo de Ford.
Carlos, el más retraído del grupo, estaba medio apartado, con la mirada perdida. "¿Le pasará algo?", pensó él y no le dijo nada para no molestarlo. Capaz prefería estar solo.

Esa noche ella vio un espectacular capítulo de Everwood donde Ephram le decía a Amy todo lo que sentía y que no podía vivir sin ella. Se lloró la vida, "¡Qué pelotuda que soy!", pensaba para sus adentros.

Pasaron unos días y ella sentía que las cosas no eran como antes. Lo sentía distante a él. Pero si le pasase algo, seguramente se lo diría, por eso se amaban, así que no iba a dudar de ese amor y pensar que él no confiaría en ella.
El espejo estaba empañado... Sería por el agua caliente de la ducha que planeaba darse intentando limpiar tanta duda, tanta incertidumbre.